En el enlace encontrará el vídeo Joseph Stiglitz: No, Spiraling Inequality Isn’t Inevitable, de Bill Moyers (Moyers & Company), publicado el 8 de julio de 2014.
Los niveles de desigualdad han aumentado en los países ricos en los últimos treinta años, especialmente en los EE.UU. Algunos economistas argumentaron que era un tema de su disciplina que no debía ser motivo de preocupación, que el interés debía dirigirse a la eficiencia y el crecimiento, y no al cómo se distribuyen los frutos de la productividad de una sociedad.

La recuperación desequilibrada, con los beneficios empresariales rugiendo de nuevo a toda su fuerza pero los ingresos medios a un nivel inferior a los existentes antes de la recesión, hizo esa posición insostenible. El tema de la desigualdad ha pasado a primer plano

La semana pasada, el ganador del Premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz publicó en las páginas de opinión de The New York Times que no existe como algo «natural» las llamadas fuerzas del mercado, ya que los mercados y sus resultados son determinados por las políticas públicas, por las normas establecidas por los gobiernos. Stiglitz escribió que la desigualdad es cualquier cosa menos «inevitable». El actual del capitalismo es un capitalismo sucedáneo. Una prueba de ello está en la respuesta dada a la Gran Recesión, donde se han socializado las pérdidas y privatizado las ganancias. La competencia perfecta debe impulsar las ganancias a cero, al menos en teoría.

Si no son las leyes inexorables de la economía lo que ha llevado a una gran división de los Estados Unidos, ¿qué es, entonces? La respuesta sencilla: nuestras políticas. La gente se cansa de oír hablar de historias de éxito escandinavos, pero el quid de la cuestión es que Suecia, Finlandia y Noruega han logrado tener crecimiento económico pero también unos ingresos per cápita más equilibrados que los de los Estados Unidos. ¿Entonces, por qué se ha elegido estas políticas de desigualdad para mejorar?.