Proyecto de investigación financiado por el Programa Retos de la Sociedad Andaluza del Plan Andaluz de Investigación, Desarrollo e Innovación (PAIDI 2000)

Resumen: En el último medio siglo la sociedad andaluza ha experimentado una profunda transformación. Andalucía ha dejado de ser una región básicamente agraria, marcada por el desigual reparto de la riqueza y una secular dicotomía social, para convertirse en una comunidad autónoma con un alto grado de urbanización y un crecimiento sostenido del sector terciario, que actualmente encuadra a dos tercios de la población ocupada. Estos cambios no se han producido mecánicamente ni están exentos de contradicciones, pues la renta bruta per cápita continúa estando por debajo de la media española y las desigualdades en el reparto de la renta persisten, pese al crecimiento económico. No obstante, es innegable que desde 1970 Andalucía se ha modernizado y lo ha hecho fruto de la interacción compleja de los agentes políticos y sociales, que se han visto forzados a evolucionar para adaptarse a las oportunidades que se perciben ya a comienzos de los años setenta. El último lustro del franquismo y la transición a la democracia, que en Andalucía es también el periodo de gestación del régimen autonómico, constituyen un periodo de intensa conflictividad en el que la acción colectiva de partidos y sindicatos giró en torno a los grandes problemas del atraso económico, el centralismo y el desigual reparto de la tierra, principal riqueza de la región. Conforme se fueron consolidando las instituciones democráticas y el régimen autonómico, la relación entre las instancias de gobierno y los agentes sociales fue evolucionando, desde la confrontación directa a la concertación social. Este viraje, lento y no asumido con igual entusiasmo por todos los actores implicados, influirá decisivamente en la estabilidad de la comunidad autónoma durante el último cuarto de siglo. En este proyecto se pondrá el foco en un agente social de especial relevancia en la historia de Andalucía, el movimiento sindical, ya que representa quizá mejor que ningún otro actor este tránsito de una acción colectiva orientada principalmente a la lucha por la propiedad de la tierra a otra caracterizada por la negociación y la concertación social con los empresarios y con el gobierno autónomo.

Equipo investigador
  • Julio Pérez Serrano (Investigador principal)
  • Eva Bermúdez Figueroa
  • Jesús Fernández García
  • José Luis Gutiérrez Molina
  • Alberto Martín Torres
  • Víctor Peña González
  • Joaquín Piñeiro Blanca
  • Julio Ponce Alberca
  • Mª Antonia Ribón Seisdedos
  • Beltrán Roca Martínez
  • Alejandro Román Antequera
  • Francisco de Paula Villatoro Sánchez
Antecedentes

En los estudios, no sólo historiográficos, sobre la Transición y la consolidación de la democracia a España, han predominado los enfoques historicistas, unidimensionales y políticos. Se ha entendido, desde una perspectiva excesivamente simplista, que la modernización socio-económica iniciada a partir de los años sesenta del pasado siglo en nuestro país habría dotado del contexto y útiles necesarios a destacadas individualidades y, en general, a las elites de la nación, para culminar el derrumbe del edificio obsoleto e inútil de la dictadura, incapaz de adaptarse a las exigencias del nuevo sistema internacional. Este enfoque, con ligeras variantes ha predominado también en la historiografía referida a Andalucía hasta comienzos del nuevo siglo.

Sin embargo, publicaciones como las de los profesores Pere Ysàs (Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia, 1960-1975, Barcelona, Crítica, 2004) y Álvaro Soto Carmona (Transición y cambio en España, 1975-1996, Madrid, Alianza Editorial, 2005) nos advierten ya de las dificultades que afrontó la dictadura en sus últimos años, así como de la importancia de la sociedad civil en el proceso democratizador, al condicionar, por medio de estrategias de presión, acuerdos entre los distintos proyectos políticos relevantes y activos durante aquellos años (inmovilista/continuista, pseudo-reformista, reformista, rupturista y revolucionario). En Andalucía, y para el objeto central de nuestro análisis, el movimiento sindical, la obra de referencia fue sin duda La conquista de la libertad. Historia de las Comisiones Obreras de Andalucía (1962-2000) (Cádiz, Fundación de Estudios Sindicales, 2003), coordinada por Alfonso Martínez Foronda. Aunque todo se hubiera acelerado si hubiese tenido una más amplia recepción la obra pionera del antropólogo británico Joe Foweraker (La democracia española. Los verdaderos artífices de la democracia en España, Madrid, Arias Montano, 1990), que ya ponía el foco en la influencia de los agentes sociales -y, singularmente, las Comisiones Obreras- como motor del cambio político en Andalucía.

Estas aportaciones, y otras que pueden verse en la bibliografía que acompaña a este apartado, se combinan con las que en distintas comunidades se han estado desarrollando durante las dos últimas décadas de manera especialmente intensa. Todas ellas coinciden en señalar el protagonismo de los sindicatos y los movimientos sociales en la historia reciente de España, su impacto en la agenda y dinámica políticas del país y la necesidad de rastrear en las manifestaciones sociales de protesta y las acciones reivindicativas que emergieron en los años finales del régimen franquista, así como en el transcurso de la transición a la democracia, los elementos simbólicos de un fuerte sentimiento identitario. Esta sinergia, que movilizó a Andalucía en defensa de la “autonomía plena” por la vía del artículo 155 de la Constitución, constituye el objeto de la excelente tesis doctoral de Javier Contreras Becerra, Movimiento vecinal y movimiento andalucista. Construcción de la ciudadanía y aprendizaje democrático en Andalucía (1963-1987), dirigida por Francisco Cobo y Teresa Ortega (Universidad de Granada, 2018).

En el caso de Cataluña, el Centre d’Estudis sobre Dictadures i Democràcies (CEDID) –evolu-ción del antiguo Centre d’Estudis sobre les Èpoques Franquista i Democràtica (CEFID), creado en 2001–, integrado por el Grup de Recerca sobre l’Època Franquista (GREF), fundado en 1997, y a otros cinco grupos de investigadores provenientes de diferentes disciplinas, constituye el referente pionero y más sólido en el abordaje multidisciplinar del cambio político, poniendo de manifiesto la relevancia de los actores sociales. En Madrid, hay que subrayar la presencia del CIHDE (Centro de Investigaciones Históricas de la Democracia Española), cuyo objetivo es la promoción y coordinación de las investigaciones sobre los orígenes de la sociedad democrática en España y de los procesos y movimientos que han permitido el establecimiento de la misma. Su contribución al conocimiento del movimiento sindical, principalmente ugetista en el periodo de la transición y la consolidación de la democracia, constituyen una referencia obligada para este proyecto. En Castilla-La Mancha fue el Grupo de Estudios de Asociacionismo y Sociabilidad (GEAS), creado en 1992, la primera referencia en este campo, que constituye también un eje central de los trabajos del Seminario de Estudios de Franquismo y Transición (SEFT), liderado por Manuel Ortiz Heras, que ha desarrollado una ingente labor en las últimas dos décadas. Gracias a ellos, conocemos las grandes líneas de la evolución del sindicalismo y los movimientos sociales en la región. Con este último grupo, el equipo que sustenta este proyecto, realizó un proyecto coordinado en 2007-2011, al que luego se aludirá con más detalle. Existen otros equipos que trabajan sobre el sindicalismo en la España reciente, pero los señalados son los más afines en cuanto a enfoque con el proyecto que presentamos.

Centrándonos en el ámbito andaluz, destacan el núcleo ya mencionado de la Universidad de Granada, liderado por Francisco Cobo y Teresa Ortega, y las contribuciones, en la Universidad de Jaén, de Salvador Cruz Artacho, cuya Andalucía en el laberinto español. Historia del proceso autonómico andaluz, Sevilla, Centro de Estudios Andaluces, 2017, constituye también una referencia obligada para este proyecto. Como también lo es para el caso jiennense, la obra de Salvador Cruz y David Martínez Protesta obrera y sindicalismo en una región «idílica»: historia de Comisiones Obreras en la provincia de Jaén, Jaén, Universidad de Jaén, 2003. En Almería es el Grupo de Investigación Estudios del Tiempo Presente (GIETP), dirigido por Rafael Quirosa-Cheyrouze, el que ha realizado mayores aportaciones referidas al papel de sindicatos, organizaciones empresariales y partidos políticos en la transición a la democracia. Completan este panorama, en Córdoba, los trabajos de Antonio Barragán Moriana sobre Comisiones Obreras, y, en Cádiz, los de Diego Caro Cancela, sobre la UGT. También en Cádiz, el Grupo de Estudios de Historia Actual (GEHA), que sustenta este proyecto, ha trabajado sobre el anarcosindicalismo, la autogestión y el sindicalismo socialista, corriente ésta a la que también dedicó Antonio Herrera González de Molina su modélica tesis, El sindicalismo agrario socialista en la transición española (1975-1988), dirigida por Salvador Cruz (Universidad de Jaén, 2003). En Sevilla, el Grupo para el Estudio de las Identidades Socioculturales en Andalucía (GEISA), fundado por Isidoro Moreno y liderado actualmente por Emma Martín Díaz, ha realizado, desde el campo de la antropología social, distintos abordajes hacia el movimiento obrero y campesino, con especial atención al caso de Marinaleda, que fue objeto de la tesis doctoral de Félix Talego, Cultura jornalera, poder popular y liderazgo mesiánico. Antropología política de Marinaleda. Sevilla, Fundación Blas Infante-Universidad de Sevilla, 1996, dirigida por Isidoro Moreno. En este grupo se han formado los antropólogos que integran este proyecto. Es necesario mencionar que el panorama de los estudios históricos centrados en el análisis de las formas que adoptó la reconstrucción de la oposición política y sindical, o la emergencia de la protesta ciudadana contra el régimen dictatorial franquista en España, se nos ha presentado desolador hasta hace muy pocos años. En el caso andaluz, castellano-manchengo o extremeño, hasta hace poco no existían monografías que analizaran en profundidad y con esta perspectiva el tema de investigación y menos aún en lo referido al conjunto del país. Poco a poco van apareciendo, pero todavía con trabajos sectoriales o centrados en una organización específica (generalmente los sindicatos mayoritarios) que no cubren al conjunto de la sociedad y las interacciones del sindicalismo con la evolución política, económica y cultural de las comunidades.

Marco teórico

Por lo que respecta a la acción colectiva, la bibliografía generada en torno a la Transición es en buena medida deudora del clásico de Phillipe Schmitter y Guillermo O’Donnell. El modelo, convertido ya en paradigma para explicar la transición de un régimen autoritario a otro democrático se fundamenta principalmente en dos puntos, a saber, que el cambio político se origina en el interior del propio sistema a causa de las disensiones internas en la coalición de poder y la evolución de una parte de la misma hacia posiciones reformistas proclives a la negociación con la oposición, considerando que no hay transición cuyo inicio no sea la consecuencia directa o indirecta, de importantes divisiones dentro del régimen autoritario, y que la democracia es el resultado de negociaciones entre las elites que llegan a un consenso en el marco de un proceso gradual. En esta línea, Terry Karl concluye que los tipos de transición más frecuentemente encontrados son transiciones “desde arriba”. En las múltiples interpretaciones basadas en este modelo teórico el papel de la acción colectiva de los movimientos sociales y la sociedad civil queda en un segundo plano. Para Alessandro Pizzorno las luchas obreras y populares adquieren relevancia sólo una vez que la apertura política aparece. En no pocos casos, el elemento obrero y popular es visto incluso como un potencial factor desestabilizador del proceso de cambio político: una intensa acción colectiva puede provocar la reacción de los sectores inmovilistas del régimen o del ejército provocando retrocesos en el proceso (tesis de Nancy Bermeo).

Los acuerdos entre las elites son esenciales en el desmantelamiento del antiguo régimen, eso queda fuera de toda duda. Sin embargo, debemos resaltar que los estudios sobre su papel descansan en los periodos cronológicos finales de los procesos, pasando por alto los años anteriores de intensa movilización social contra la dictadura. Así, Sydney Tarrow señala que, al enfatizar la acción de las elites centramos nuestra atención en la culminación de un proceso más largo y más general, desatendiendo toda una etapa de movilización, de luchas, esencial en la preparación del camino para que las elites diseñen el modelo de democracia. Es necesario por ello conocer la naturaleza de los actores en pugna, sus orígenes, las estrategias desplegadas y su interacción en el tiempo para comprender el resultado final del proceso. Este planteamiento, que hacemos nuestro, se basa directamente en la vieja teoría sobre las transiciones políticas elaborada en los setenta por Dankwart Rustow (en desuso ante el empuje de las tesis elitistas y del liderazgo sobre las basadas en el determinismo estructural). En Rustow la lucha popular precede a la fase del diseño democrático concebido por las elites.

Sobre estas bases, consideramos que los planteamientos historiográficos con mayor potencial explicativo son los que intentan recomponer desde abajo el proceso de construcción de la democracia y el régimen autonómico en España y en sus distintas Comunidades Autónomas. Estos enfoques se centran en el análisis de los fenómenos de disidencia que erosionaron con claridad el régimen en sus últimos años, favoreciendo la transición política, y que actuaron luego como agentes impulsores del proceso de modernización en las tres últimas décadas. Todos ellos vienen a coincidir con lo apuntado tempranamente Joe Foweraker en el sentido de que la obra de ingeniería política construida por los partidos políticos desde la muerte de Franco solo fue posible gracias a la movilización colectiva existente desde años atrás, en la que desempeñó un papel crucial el movimiento obrero. Sebastian Balfour señala en este mismo sentido que “el crédito por la transformación política de España ha ido para los que negociaron sus términos en el último año, más o menos, del viejo régimen, y no a los miles de personas que lucharon y sufrieron durante muchos años para alcanzar los derechos democráticos”. Para Balfour, los movimientos sociales se convirtieron en el motor del cambio político, ya que durante la agonía del régimen la movilización obrera y popular estableció los parámetros en los que se negoció la democracia.

El profesor Ysàs nos ha presentado recientemente a unos obreros, estudiantes, clérigos e intelectuales como actores sociales que consiguieron con sus acciones subversivas debilitar al régimen y, en cierta medida, dividir a sus responsables. Algunos actores más podrían añadirse: para Manuel Castells las comisiones obreras de barrio, nacidas de las desigualdades de clase promocionadas por el urbanismo franquista se convirtieron en el principal agente de la oposición antifranquista a nivel municipal. En esta línea, Encarnación Lemus observa que en la España de los setenta “una tupida red de asociacionismo vecinal atravesaba el país en cualquier dirección”, asociaciones culturales, cineclubs, centros culturales, grupos teatrales, librerías, círculos literarios, etc.; toda una pléyade de asociaciones progresistas que, en la medida de sus posibilidades y dependiendo de las condiciones económicas y geográficas, pondrían su grano de arena, junto con el movimiento obrero, en pos de un cambio hacia la libertad.

Todos estos acercamientos al cambio político en España ponen el acento en la relación entre conflictividad laboral, acción colectiva y cambio político. Aunque en buena parte de ellos no se haga mención explícita a esto, en casi todos subyacen voluntaria o involuntariamente conceptos como los de estructura de oportunidades políticas, ciclos económicos y de protesta, etc. Este tipo de herramientas conceptuales son utilizadas principalmente por aquellos autores que entiende la acción colectiva en el contexto del proceso político (Tilly, McAdam, Tarrow, etc.). La noción de apertura de oportunidades políticas, desarrollada principalmente por Charles Tilly, con las contribuciones de McAdam y Della Porta, es básica para entender la acción colectiva contra el franquismo. La población se moviliza para defender derechos que considera inalienables en el momento en el que el coste de la protesta disminuye y cuando la adquisición de recursos organizativos es más fácil. La expansión de las oportunidades se produce por varias razones: a) la apertura del acceso institucional, el ejemplo más claro es la Ley de Convenios Colectivos y las elecciones sindicales que permitieron el nacimiento y desarrollo de las Comisiones Obreras; b) disensiones entre las elites, con ejemplos claros en el seno de la dictadura, como los protagonizados entre falangistas y opusdeístas, en el seno de la Iglesia, o entre aperturistas e inmovilistas en cuestiones como el asociacionismo y la libertad sindical, y c) la existencia de aliados dentro de la esfera de poder, que se expresa en los apoyos que encontró la oposición antifranquista en el seno de la Iglesia posconciliar.

En el caso andaluz, el concepto de apertura de las oportunidades políticas, acuñado por Tarrow para periodos históricos con una alta conflictividad social y desarrollo de los movimientos sociales, sería aplicable al ciclo de protesta que se extendió por todo el territorio desde 1962, a raíz de las huelgas de Asturias, hasta el Referendum del 28 de febrero de 1980, englobando las grandes movilizaciones jornaleras por la Reforma Agraria. Como ha demostrado Charles Tilly para el caso francés, una característica de los ciclos de protesta, también en Andalucía, es la generalización de ésta desde los sectores tradicionalmente movilizados (grandes áreas urbanas e industriales, universidades, etc.) a otros más pasivos, como sería el caso del que nos ocupa en este proyecto. Para Tarrow un ciclo se define por la intensificación del conflicto, su difusión sectorial y geográfica, la ampliación del repertorio de protesta, la creación de marcos comunes de referencia que vinculan a grupos diferentes, y la intensificación de la interacción entre Estado y disidencia (represión). Para aplicar este concepto al caso andaluz, debemos observar los ciclos como puntos de inflexión para el cambio social y político. Tarrow considera que el ciclo de protesta conlleva un ciclo de reformas, es decir, la movilización influye y provoca cambios en la política institucional, por lo que el reformismo no puede ser atribuido en exclusiva a las decisiones de elites ilustradas, sino que depende, y mucho, de las presiones que se ejercen desde abajo. Sin embargo, los resultados que se consiguen proceden de las decisiones y reformas que nacen del pacto entre los políticos, pero sin movilización social ni siquiera eso sería posible. Como repitieron hasta la saciedad los líderes sindicales andaluces en los años del cambio político: “la reforma es imposible sin lucha”.

La cuestión acerca de los ciclos de desarrollo del movimiento obrero y sindical aparece unida a la de los ciclos económicos. Todo acercamiento a la acción colectiva en la construcción de la democracia necesita establecer las conexiones entre desarrollismo económico, cambio social y protesta. Mandel considera que el paso de un ciclo económico depresivo a otro expansivo se produce por la lógica interna de la economía. Sin embargo, el proceso inverso viene determinado por la lucha de clases. Cronin observa en los ciclos económicos largos la principal causa que provoca la tensión social y la lucha de clases. Screpanti defiende lo contrario: las luchas populares son las que generan las fluctuaciones económicas. El precursor económico de todos estos posicionamientos no es otro que Kondratiev. José Babiano lo aplica a la situación española de las décadas de 1960 y 1970 para asociar las largas fases de crecimiento económico con los profundos cambios en la clase obrera (introducción de la tecnología, nuevos modos de producción como el fordismo, aparición de nuevos sectores sociales, etc.). También lo utiliza para relacionar los ciclos económicos con la conflictividad social: ésta asciende con la prosperidad y declina con las fases depresivas, existiendo por tanto una clara conexión entre buena marcha de la economía y la protesta. Más recientemente, sin embargo, Enrique Laraña y otros autores han puesto en evidencia la limitación que todas estas teorías imponen al primar el análisis de la acción colectiva en el cambio político, centrando la atención en los comportamientos visibles de la protesta. Tal enfoque impediría, a juicio de estos críticos, valorar la importancia de otros factores de carácter micro que son esenciales en todo movimiento social: la red de relaciones interpersonales, los elementos culturales, la elaboración de unas determinadas interpretaciones de la situación, la creación de una visión del mundo, la definición de unos oponentes y unos objetivos o la construcción de una identidad colectiva. Y ciertamente, cualquier enfoque actual del problema, también el que se pretende aplicar en este proyecto, ha de tener en cuenta esta última consideración. Concluimos así la discusión del marco teórico en el que pretendemos situar nuestra exploración del movimiento sindical andaluz en el medio siglo que va de 1970 hasta el momento presente, contribuyendo a esclarecer cómo sus dinámicas se ven transformadas a medida que se va consolidando la nueva arquitectura política constitucional y se hacen patentes las influencias, no siempre positivas o benéficas, del contexto europeo e internacional, como se demostró en 2008 o en 2020.

Hipótesis y objetivos

Este proyecto pretende verificar dos hipótesis. La primera: que los sindicatos han vivido una extraordinaria mutación en Andalucía durante el último medio siglo, pasando de ser estructuras fuertemente unidas a proyectos políticos democráticos y/o revolucionarios, a ser reconocidos como interlocutores del gobierno autonómico y de los empresarios en una economía que se define como social de mercado. Esta conversión en agentes sociales ha transformado a los sindicatos en una de las principales agencias de modernización social y cultural de Andalucía en las tres últimas décadas, una labor en la que han logrado un notable éxito por medio de la introducción de sus demandas en la agenda gubernamental y autonómica del fin de siglo. Sin embargo, al mismo tiempo que lograron hacer avanzar en la ciudadanía una conciencia crítica respecto a viejas y nuevas amenazas, materialistas y postmaterialistas, fueron también sufriendo un inevitable proceso de institucionalización, burocratización y desapego de los trabajadores, que les fue haciendo perder capacidad movilizadora, al tiempo que ganaban influencia y reconocimiento político.

La segunda hipótesis estaría referida a la situación actual y supondría que, desde 2008, con el agotamiento del ciclo expansivo de la economía iniciado a mediados de los ochenta, se ha abierto un nuevo periodo en el que el sindicalismo se verá cuestionado por su incapacidad de responder a los desafíos del mundo globalizado. El movimiento sindical ha debido enfrentarse en la última década a la disyuntiva de adoptar estrategias de resistencia y negociación, con el objetivo de conservar las posiciones alcanzadas, o bien pasar a la ofensiva, fomentando la integración de nuevos sectores (trabajadores inmigrantes, desempleados, estudiantes…) y la movilización en el espacio público. El 15-M de 2011 habría situado al complejo y heterogéneo movimiento sindical ante el desafío de revisar las experiencias acumuladas en el último medio siglo si es que, como forma de organización autónoma de los trabajadores, los sindicatos pretenden conservar su influencia en el nuevo contexto social, económico y político que ha impuesto la crisis económica.

El objetivo central del proyecto sería, por tanto, reconstruir el mapa y las trayectorias de las organizaciones que conforman el movimiento sindical en Andalucía, desde su recomposición en el tardofranquismo hasta la actualidad, centrando la atención en su papel como agencia modernizadora en el proceso de construcción de Andalucía como Comunidad Autónoma, y evaluando su capacidad de respuesta ante los desafíos derivados de la crisis económica.

Los objetivos específicos de este proyecto son:

1) Establecer los orígenes y la tipología de los sindicatos clandestinos existentes en el segundo franquismo, tomando como momento de referencia la coyuntura crítica de 1968-1975 para analizar sus estrategias en las “elecciones sindicales” del régimen (1971 y 1975) y evaluar la incidencia de la represión de sus actividades por el TOP y los tribunales militares.

2) Analizar las formas de organización, ideología, estrategias, prácticas y valores de las organizaciones sindicales desde 1976, con especial atención a sus posiciones respecto a la realidad de Andalucía, su identidad histórica y la cuestión de la autonomía, tanto en el interior como en las comunidades andaluzas de la emigración.

3) Reconstruir los itinerarios de su acción colectiva, su participación en las principales luchas obreras y campesinas del periodo, con especial atención a las huelgas generales y a las grandes campañas por la Reforma Agraria o contra la reconversión industrial, así como sus distintas posiciones y resultados en las sucesivas elecciones sindicales celebradas desde 1978.

4) Analizar las posiciones diferenciadas de las organizaciones sindicales en los principales hitos del proceso autonómico (movilización del 4 de diciembre de 1977, referéndum del 28 de febrero de 1980, Estatuto de Carmona de 1981 y nuevo Estatuto de Autonomía de 2007), así como en las elecciones generales, autonómicas y locales.

5) Analizar la interacción compleja entre los sindicatos y los nuevos movimientos sociales, con especial atención a la convergencia con el movimiento feminista en la lucha por las libertades democráticas y la igualdad de género, así como a los debates con ecologistas y pacifistas sobre el medio ambiente, la integración en la OTAN y la adhesión a la CEE.

6) Contrastar las distintas posiciones de las organizaciones sindicales hacia la concertación social, desde los sindicatos mayoritarios (CCOO y UGT) a la autonomía de la política (USO), el profesionalismo (CSIF), el nacionalismo (SAT), la autonomía obrera (CAT) o el anarcosindicalismo (CNT y CGT), haciendo balance de los acuerdos suscritos, y evaluar en qué medida la crisis de 2008 ha podido afectar a este modelo de relación de los agentes sociales en la Comunidad Autónoma. 7) Compilar, catalogar y procesar el amplio elenco de fuentes de diverso tipo (documentales, impresas, inconográficas, orales) existentes en los archivos de las distintas organizaciones sindicales o en manos privadas, que conforman el valioso patrimonio documental del sindicalismo en Andalucía, a fin de constituir un archivo digital unificado disponible tanto para ésta como para futuras investigaciones referidas a la materia.

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